Desde que se ha implantado el nuevo programa informático de sonido,  están siendo numerosos los episodios de mal funcionamiento que han generado  inquietud y desazón en los trabajadores. Empiezan a ser comentario común entre  nosotros las ‘jugarretas’ que nos está haciendo el ‘Diga’ no sólo a operadores  de sonido sino también a redactores y podría mencionar algunas de las que tengo  conocimiento directo: el director de un programa observa cómo desaparece todo  el montaje de su programa después de varias horas de trabajo, viéndose obligado  a redifundir una entrevista emitida meses antes. Ese mismo día, el programa se  cae en el estudio 1 en pleno directo de ‘El Público’ y obliga a que programas  posteriores se tengan que emitir desde el estudio 5. Poco después, otro  trabajador se ve obligado a grabar por segunda vez su programa porque el  sistema también se ha cargado su montaje inicial. 
                         A  la vista de todo esto creo conveniente que los trabajadores nos planteemos  determinadas cuestiones: ¿dispone Canal Sur Radio a sus empleados de los medios  de producción adecuados para la realización de su trabajo con la calidad que se  les exige? ¿Genera algún malestar físico, psíquico o emocional en los  trabajadores la carencia de los medios necesarios? ¿Qué respeto le merece a  Canal Sur Radio el trabajo de sus empleados? ¿Las repercusiones de todo esto en  la salud de los trabajadores puede catalogarse dentro del capítulo de Salud  Laboral?
                         Esto  son consecuencias del establecimiento de un nuevo programa informático que,  como le ocurrió al fracasado Dalet, no funciona como debiera lo que me lleva a  introducir una pregunta más: ¿qué tiene esta empresa que los programas  informáticos no funcionan aquí pero sí llevan años siendo utilizados en otras  emisoras de radio, incluso de menor presupuesto que la nuestra?
                         A pesar de todas estas situaciones que describo, los  trabajadores parece que asumimos todo lo que nos afecta y ya no nos asustamos  por nada, lo cual no es extraño después del tiempo que llevamos sufriendo la  degradación de nuestras condiciones de trabajo con otras vivencias constantes:  disputas entre compañeros por ‘sacar un corte’ en las cabinas –sólo dos- que  tenemos a nuestra disposición; enfrentamientos por las pérdidas o sustracciones  de los pocos equipos de grabación con que contamos los redactores; confrontaciones  por los turnos de grabación en los –también dos- estudios de grabación; y, cómo  no, las continuas caídas de los programas informáticos de sonido que obligan a  ‘rellenar’ programación con directos vertiginosamente imprevistos y la  desaparición de grabaciones que han obligado a repetir un trabajo ya realizado.               
                         Dado  que ya está lloviendo mucho sobre mojado, considero que ha llegado el momento  de 
que nosotros, los trabajadores, y nuestros representantes, los sindicatos,  empecemos a velar por nuestra salud psíquica y emocional para que episodios  como los anteriormente expuestos no generen más estrés del ya acumulado.  Actualmente a nadie se le ocurre negar que la carencia de medios técnicos  provoque enfermedades laborales porque no sólo pueden considerarse como tales a  las físicas; el debate sobre si el estrés es una enfermedad laboral está  superado desde el siglo pasado, así que convendría que empezáramos a asumirlo  aquí.
                                                                        Manuel Vicente.